EL GÉNERO POLICIAL EN EL CINE ARGENTINO
En nuestro país la industria cinematográfica no fue ajena al surgimiento del cine de género que impulsaba Estados Unidos. Así es como aparecieron las películas policiales en las salas vernáculas en la etapa de la primera industrialización. De aquella época marcada por la fundación de los estudios Luminton se destacan Monte criollo (Arturo S. Mon, 1935), La fuga (Luis Saslavsky, 1937), Fuera de la ley (Manuel Romero, 1937) y Turbión (Antonio Maplet, 1938). Sin embargo, es entre 1948 y 1955 cuando tendrá lugar el desarrollo de una producción más continua y rica con las marcas de autor de diferentes realizadores. En ese sentido, son Carlos Hugo Christensen y Daniel Tinayre los representantes del cine de género que incurrirán en el policial. Sus obras se basan en la narración clásica, el star system y la producción industrial que estaba apoyada en la sólida estructura de una” época de oro” donde el cine argentino emulaba a Hollywood. Con La muerte camina en la lluvia (1948), No abras nunca esa puerta (1951) y Si muero antes de despertar (1951) entre otras, Christensen mantiene una estética acorde con el verosímil del cine negro. También Tinayre recreará estas historias que transcurren en espacios urbanos, marcados por el contraste entre luz y sombra que dan lugar a escenas de violencia poética. No obstante aquí se anuló la ambigüedad propia del género en sus orígenes entre la ley y el delito a favor y en defensa del estado y sus instituciones. A esta serie, que el creador nacido en Francia cerrará con La patota (1960), corresponden: Vidas marcadas (1942, “remake” de Monte criollo), Camino al infierno (1946), A sangre fría (1947 basada en una novela de Luis Saslavsky) y Danza del fuego (1949). Pero es precisamente ese año cuando Hugo Fregonese dirige Apenas un delincuente, que no es un policial negro en sentido estricto pero sí el más negro de los policiales argentinos. Aquí Jorge Salcedo encarna a José Morán, el hombre que está dispuesto a ir seis años a la cárcel por cometer una estafa para disfrutar de la fortuna que según sus cálculos hubiera tardado 166 años en acumular trabajando, una vez cumplida la pena. En sus primeras imágenes puede advertirse que se trata de un policial documental o semidocumental propio de la segunda posguerra. Esta variante es una secuela del film noir donde aparece la crítica social y se muestra al crimen como una degeneración del sistema capitalista.
No todo es lo que parece
Alguna vez Ricardo Piglia dijo que en la literatura policial –que tan estrechamente está ligada al cine - habla en realidad de cierta percepción de las relaciones de poder, de los vínculos entre delito, dinero y política con una trama que permite que dichos temas sean bien planteados. Por eso afirma que “más allá de lo que se ve a primera vista esta literatura era una gran literatura social como después nos fuimos enterando, a medida que investigamos más, que muchos de los escritores del género estaban ligados a la izquierda norteamericana” .
Por otro lado podemos decir que Apenas un delincuente tiene un rasgo que le da ese carácter documental o semidocumental: su guión fue escrito por los periodistas Chas de Cruz, Raimundo Calcagno y Tulio Demicheli basándose en casos destacados de los archivos policiales porteños. Así el estilo narrativo de la película es el de un largo flashback, una alteración de la secuencia cronológica que retrotrae las acciones al pasado y caracteriza al género. En cuanto a lo estético, la fotografía de Roque Giacovino trabaja desde el expresionismo y la profundidad de campo con planos generales, picados y contrapicados que muchas veces recuerdan a El ciudadano de Orson Welles y son a la vez los elementos que marcan el ritmo de la historia. Cabe destacar que en esta variante del cine policial el arquetipo femenino vuelve a los lugares habituales. Aquí la mujer-araña del cinéma noir es reemplazada por su alter ego la virgen, la inocente y la redentora en este caso representadas por la novia y la madre del díscolo Morán que son también víctimas de la condena moral de la sociedad. Por esto y por mostrar situaciones y un entrono familiar conocidos por la platea, la película fue un éxito de taquilla.
Pero Hugo Fregonese se fue rumbo a Hollywood donde dirigió policiales, films de acción y de suspenso con actores y actrices de la talla de Gary Cooper, Anthony Quinn, Barbara Stanwyck, Robert Taylor, Jack Palance y Lee Marvin, entre otros. Luego incómodo con los grandes estudios norteamericanos se pasó al cine independiente y viajó a Europa donde siguió trabajando. Su último film allí fue Dracula jagt Frankenstein (1970). Volvió a nuestro país al año siguiente para hacer La malavida, (1973) y una biografía del pionero de la aviación argentina Jorge Newbery titulada Más allá del sol (1975). Murió de un paro cardíaco en 1987 y su obra permaneció olvidada hasta que en 2003, la Cinemateca Francesa preparó una retrospectiva con 21 títulos de los 25 que filmó el realizador mendocino. Las razones de este largo olvido no están del todo claras, pero quizás tengan que ver con una factura narrativa y visual estrechamente vinculada al cine de género.
Aquí también vale rescatar la palabra de Ricardo Piglia en defensa de los géneros en general al considerarlos como forma de la cultura popular. En ese sentido dirá que “la gente va a ver lo que ya conoce, reconoce lo que ya sabe y ve la variación que siempre ha sido vista por los estetas como algo menor.” Entonces podría decirse que la cuestión no está en la forma, que tanto critican los puristas y deja tranquilos a los reaccionarios, sino en el fondo. Por eso, un lector-espectador debe estar siempre atento para leer los mensajes entre líneas y dispuesto a cambiar la lógica de su análisis. De otro modo, ¿cómo habría podido resolver Auguste Dupin, el detective creado por Edgar Allan Poe, el enigma de “La carta robada” de no ser por su capacidad para correrse de los preconceptos y ver más allá de lo evidente?
Ricardo Álvarez
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